CONTRABANDO
Al poeta Dr. Anaximandro Vega M.
Fue un miércoles de abril y anochecía…
cuando el búho cantó su mal agüero,
y cruzando el camino del potrero
a un hombre con su burro se veía.
Era Eleuterio, fuerte como el lloque
cholo macizo , audaz y decidido;
se podría notar que era atrevido,
en sus ojos con brillo de choloque.
En su rostro tostado, estoico y frío,
advertíase un ser sin aspavientos
tal vez, cargado de remordimientos,
tal vez, con un vivir triste y sombrío.
Esta noche el venía masticando;
su coca dulce y adormecedora
y como de costumbre a la misma hora,
en su burro traía el contrabando…
Dos barriles repletos de aguardiente,
mecíase en el lomo del jumento,
él que con paso silencioso y lento,
consumía el camino indiferente.
El filudo machete a la cintura
aquella noche negra chillaría…
porque quizá la muerte llegaría
a acabar esa vida de aventura.
Atravesaban ya el estrecho río,
y un rumor se perdió entre los carrizos…
más allá y apostado entre los alisos
había un algo oscuro e indefinido.
Alto… ni un paso más hacia delante,
soy el recaudador dame tu guía
¿es contrabando no?... ya lo sabía
Te arruinaste conmigo indio farsante.
En una cruda y desigual pelea
los dos hombres cual fieras se ligaron,
y al luchar de tal forma demostraron,
que eran ambos de idéntica ralea.
Sacó el recaudador su “Colt” diciendo…
o arrojas el machete o te liquido,
no me asustas, gruñó el rival altivo,
aunque a la muerte ya lo estoy oliendo.
Una bala salió del treintaiocho
y Eleuterio cayó dando un gemido
revolcándose como un chacal herido…
cuando quedóse inerte eran las ocho.
Abrió la eternidad sus grandes fauces,
llevando para siempre al bandolero,
y otra vez se escuchó por el potrero
el graznido de búho entre los sauces.
Luis Díaz Martínez
Al poeta Dr. Anaximandro Vega M.
Fue un miércoles de abril y anochecía…
cuando el búho cantó su mal agüero,
y cruzando el camino del potrero
a un hombre con su burro se veía.
Era Eleuterio, fuerte como el lloque
cholo macizo , audaz y decidido;
se podría notar que era atrevido,
en sus ojos con brillo de choloque.
En su rostro tostado, estoico y frío,
advertíase un ser sin aspavientos
tal vez, cargado de remordimientos,
tal vez, con un vivir triste y sombrío.
Esta noche el venía masticando;
su coca dulce y adormecedora
y como de costumbre a la misma hora,
en su burro traía el contrabando…
Dos barriles repletos de aguardiente,
mecíase en el lomo del jumento,
él que con paso silencioso y lento,
consumía el camino indiferente.
El filudo machete a la cintura
aquella noche negra chillaría…
porque quizá la muerte llegaría
a acabar esa vida de aventura.
Atravesaban ya el estrecho río,
y un rumor se perdió entre los carrizos…
más allá y apostado entre los alisos
había un algo oscuro e indefinido.
Alto… ni un paso más hacia delante,
soy el recaudador dame tu guía
¿es contrabando no?... ya lo sabía
Te arruinaste conmigo indio farsante.
En una cruda y desigual pelea
los dos hombres cual fieras se ligaron,
y al luchar de tal forma demostraron,
que eran ambos de idéntica ralea.
Sacó el recaudador su “Colt” diciendo…
o arrojas el machete o te liquido,
no me asustas, gruñó el rival altivo,
aunque a la muerte ya lo estoy oliendo.
Una bala salió del treintaiocho
y Eleuterio cayó dando un gemido
revolcándose como un chacal herido…
cuando quedóse inerte eran las ocho.
Abrió la eternidad sus grandes fauces,
llevando para siempre al bandolero,
y otra vez se escuchó por el potrero
el graznido de búho entre los sauces.
Luis Díaz Martínez
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