“Chota mía, lo que te da carácter
son tus hombres eficaces como tiro de fusil
y tus mujeres ágiles con ternura de torcaz”..

Anaximandro Vega M

8/22/2007

EL ENCANTO DE DEGUIR SIENDO NIÑO



SARAMAGO: EL ENCANTO DE SEGUIR SIENDO NIÑO

Como todo infante inquieto, Saramago a sus 85 años, cogió un epígrafe que inventó "Déjate llevar por el niño que has sido”, de un libro que él también urdió para la ocasión “Libro de los consejos” y lo colocó en el inicio de su última y memorable publicación “Las pequeñas memorias”.
El libro, como su autor, tiene un extraño hechizo, esa capacidad de volvernos humanos, sensibles a un mundo que gira indiferente y al que el hambre, las guerras y la indolencia lo han convertido en un gigante tanatorio. Nos regresa a esa infancia a la que muchas veces, por el tráfago en que vivimos, vamos renunciando, olvidándola para cubrirnos con una coraza de años y de olvido.
Por allí el abuelo abrazando a sus árboles antes de morir, su madre perdiéndose en los entresijos de la pobreza, su padre con ese aire inocultable de gendarme pueblerino, sus primeros escarceos amorosos, su acercamiento inicial a los libros, la naturaleza transformada por las multinacionales. Y lo más inesperado, su partida de nacimiento, al inscribirlo en el Registro Civil, un funcionario borracho le agregó al José de Sousa, el apodo familiar: saramago. El epílogo, no pudiendo cambiar la partida y para que el niño pueda estudiar, el padre renunció al suyo y adoptó el odioso apodo.
Pudo haber escrito su memoria en 300 ò 400 páginas, manifiesta, pero decidió hacerlo en 150. Pensó llamarlo “El libro de las tentaciones”, optó por “Las pequeñas memorias”, abarcando su vida entre los 4 y 15 años. La edad más tierna, más profunda y la que define al futuro hombre.
Aparentemente ha sacrificado lo literario por darle un sentido muy personal, sin embargo, una acuciosa lectura nos ratifica a un Saramago dueño de una maestría sin discusión. No está escrito para los críticos ni para satisfacer a las editoriales, apenas para seguir siendo consciente que el niño que siempre cargó con él no lo ha abandonado. Una noble e íntima tarea para un hombre que ha vivido asaz, perseguido por su militancia izquierdista, censurado por la osadía de sus novelas y fustigado por la lealtad a sus ideas.
Un libro sin héroes ni malvados. Muy propio, en el que Saramago parece caminar junto a la vida en silencio observando a los personajes como minúsculos planetas (planetes dirían los griegos por caminante) colisionando, evadiéndose y amándose mutuamente.
“He hecho memorias de niño, y me he sentido niño haciéndolas; quería que los lectores supieran de dónde salió el hombre que soy”. Extraordinarias palabras de un hombre sencillo cuya infancia es el geniecillo travieso que alimenta su magia literaria.

Carlos Campos Vásquez.

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