CRÓNICAS DEL TÍLDER
LUISITO PLENILUNIO
Blasco Núñez Carranza
LUISITO PLENILUNIO
Blasco Núñez Carranza
Sentábame en la milca de mi Mamita cuando tostaba la alverja mora, el maíz surungo y la cebada palma en el tiesto chavileño. Ahi antojoso esperaba comer las primeras cashullas que se apagaban en mi boca o atrapar, también, los maicitos que saltaban del tiesto ardiente sin tostarse porque comiéndolos no moriré en la guerra, así dice mamita. El surungo es el más suave de los maíces por eso lo tuesta pamí anque mis primeras muelas sacadas a cordel, ella, lo ha dao al ratón a que me devuelva nuevos y macizos como batanes pa comer cancha morocha y habas tostadas. Yo acomodo las tullpas y cuando falta la yesca de maguey pa que chispee el pedesnal, mamita me manda pedir candela a los vecinos en una tejita. También atizo los carbones y revolqueo con el tostador los granitos en el tiesto a que no se negreen. Para leña juntamos las carcas secas y las carapas de los palos. Así nos enseñamos a vivir, sólo el viejo Cajero nos aborrece yanquita a los vecinos. “Los malos duran mucho -dice mamita- y sólo se acabarán enterrándonos a todos”. A ese viejo lo apodan en Rumebamba como el botijón porque no se llena ni dejándonos sin terrenos a todos, valido que trabaja en el pueblo, tiene plata y a su guapeza. Yo digo mí di hacer grande pa sacálo la chochoca de un par de quiños. Por eso Mamita me quiere mucho y hasta dicen que ya ha enterrao mis uñas en las cenizas del fogón para nunca alejar me de aquí. Pero el mal no duró. Los Gonshes no le perdonaron, al Viejo, el perjuicio de haber pichido en su pozo de agua. Mamita dice: “Ni hablar es bueno, pichir en el agua porque Diosito como castigo nos hará contar las cenizas. Aquella tarde oímos la bulla y salté de la milca a mirar por la rendija de nuestra quinchita que había escarbao el tiempo apoyado por nuestro abandono. Por ahí por donde aguaito la carita entera de la luna llena y tamién nos asusta cuando se oscurece o se enrojece y hay que salir la noche a guapiar, hacer cantar al gallo o tocar el perol hasta que el diablo quite su sombra y brille la lunita de nuevo. Así temblando vi como los Gonshes le puntearon el pescuezo al Cajero, el cual timbando se fue a caerse a la pampa y ahí le saldría la vida enredada en su sangre. “A ve -dijo Mamita- de qué le sirvió ser abusivo y quitar tierras sabiendo que la tierra un tiempo nos mantiene pero después nos traga”. Agarrao valor, brinco brinco, en patitas llegué al lugar cuando unos gentes cargaron el cuerpo tieso en una escalera y decían que lo llevan a la Sanidad. Parece que nuestro miedo se fue con aquel cuerpo muy lejos y regresé a casita; así como he regresado por un momento a mi infancia para contarle estos sucesos al autor; hoy que ya soy poeta, he dado el Himno a mi pueblo y ofrezco Plenilunio II.
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