DOÑA CARMEN PASTORA
Blasco Núñez Carranza
A sus catorce años, Carmeluchita vivía entre sus ovejas, hilando y pastando en las laderas de Yuracyacu; a su vez, don Eulogio Tangracioso diseñaba sus setenta órbitas de vida y medio año de viudez; por lo que se valió de sus “teneres” para convencer a la abuela y tomar a Carmeluchita como nueva esposa. Naciéronle dos hijos y el populacho comentaba en todo lugar que los hijos no eran de don Eulogio sino de cualquier oportunista del amor. En poco tiempo enviudó la joven madre y seguía teniendo descendientes. Cuando el profesor Uriarte le preguntó por el apellido de los pequeños para matricularlos, ella respondió, que dos eran del Eulogio y los demás eran “hijos del viento”; a lo que el profesor hizo un gesto de humorada modestia y remedió la situación agregando el apellido del primer hijo a todos los siguientes y evitó vacíos en el registro. También habituaba doña Carmeluchita a comentar deteniéndose en el camino, con cualesquiera, su situación y la de sus hijos; unos le respondían con cariño y otros con ademanes de “si será pue”. Al celebrarse una fiesta comunal, el párroco le interrogó, dónde estaba el padre del grupo de niños de su alrededor y ella dijo ser viuda hace muchos años; el religioso caviló y curioseó de nuevo: “¿Y el padre de estos pequeñitos?”. Y ella sin titubeos respondió: “Ocurre taytito que cuando le entra ganitas; será pue, mi difunto Eulogio viene desde el panteón de Tunaspamapa por las noches y llega bordeando a la cama a hacer la cría y antes que raye el día se regresa a su panteón”. Así crecieron sus hijos con rostros distintos y el mismo apellido.
A la memoria de doña Carmen pastora.
Publicado en el Semanario “A mor y Llaga” Nº 87 del 2 de mayo del 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si no cuentas con ninguna de las cuentas mostradas, marca anónimo, realiza tu comentario y al final escribe tu nombre.