ACUNTA

EL BREVE NARRAR

LAS FLORES DE JUANITA

Carlos Alberto Vigil Vásquez

La Directora, muy molesta, hizo llamar a la tía de Juanita. Había que poner coto al atrevimiento de la inquieta muchacha. En un colegio de monjas, ¿cómo permitir que una alumna vaya por ahí soliviantando a las demás, jactándose que está con Marx, Lenin, Engels, Mao, Fidel Castro y el Che Guevara?

– ¡Están regando las flores de mi Juanita! protestó doña Grima, apenas llegó. ¡Aquí la gente es muy habladora, madrecita! ¿Quién será ese Che Guevara? ¡Segurito un vago, como los otros! Madrecita… ¿cómo va a creer usted que mi chinita esté con tantos hombres, si ni siquiera sale de mi casa?

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EL RELATO DE LOS PATAS

INDULGENCIA

Javier Lerena Castillo

Estaba viajando. El bus nocturno recorría la serpentina agujereada de la trocha carrozable de Chiclayo a Chota. Adentro, en ese mar a medianoche, los vaivenes del recorrido bachoso hubieron de varar una cabeza dormida en el hombro de Juana.

– Oiga, oiga, ¡qué le pasa…! ¡Despierte! ¿Qué se ha creído, ah?
El extraño compañero de asiento que soñaba sabe Dios con quien, despertó asustado. Al reclamarle, ella le había tirado abusivamente del cabello. Entonces él se disculpó con sus frases más respetuosas y cordiales.

– Ya, ya, déjeme dormir -le exigió.

Curvas más arriba ella quedó profundamente dormida. Hasta roncaba tan escandalosamente que no sólo impidió que él volviera a dormirse, sino a todos los demás pasajeros. Más, como es de suponer, el bus llegó a su destino a la hora acostumbrada.

– Señorita, despierte, ya llegamos -le informó.

Con indulgencia le apartó la cabeza de su hombro cansado. La mayor parte del viaje ella había reposado plácidamente junto a él. Y nunca fue molestada.