“Chota mía, lo que te da carácter
son tus hombres eficaces como tiro de fusil
y tus mujeres ágiles con ternura de torcaz”..

Anaximandro Vega M

3/14/2011

El breve narrar

HOJA DE COCA
Willam Guillén Padilla
 

Miré los ojos de mi hijo recién nacido y ya ni me sorprendí: más verdes ni la pampa de fútbol. Mi sexto hijo, por sexta vez (perdonen la redundancia), tenía los ojos verdes, como ninguno de los de mi familia.
 
Pensé que por fin, dejándome de tanta complacencia, me armaría de valor y se lo diría: “Dime Teresa, ¿a quién rayos salieron esta vez los ojos verdes?” Y así fue. En la misma casa de la partera, y delante de mis suegros, le hice la pregunta.

–¿De dónde nuevamente esos ojos verdes, Teresa?

–¡De tanta hoja de coca que mascas, será! ¿De qué más va a ser, Florencio? –Me dijo, gritando tanto que casi rompe mis tímpanos.
 
Yo se lo creí, porque así es pues, masco tanta hoja de coca que ya ni me acuerdo de cuándo hice a ese zarco hermoso que otra vez se llamará Florencio, como yo. Florencio Sexto, por ser el sexto –disculpen la redundancia– y salud con todos.



PUNTERÍA
Estuardo Villanueva Díaz


Había trabajado 9 horas seguidas. Las letras que escribía borraban a las de delante (en la corrección de párrafos) porque su laptop calentaba como plancha “gallito” de carbón; agravada por el sofocante verano de la urbe chiclayana. Le dolía el cuello y le ardían los ojos. Apagó la computadora. Levantó la vista: Vio en el jardincito los dos loritos australianos: blanco impoluto uno y amarillo sin mancha el otro. Arriba en el molle del jardín vecino, una paloma torcaza entre las ramas… Se levantó como robot y subió las escaleras: ¡…Tenía un “jebe”! traído de la feria de Matara el año pasado: Lo encontró en una caja de cartón donde trajo los alfajores, junto con unos cuantos “proyectiles” (piedrecitas también serranas del tamaño de una chunga o canica). Bajó las escaleras como autómata: la paloma seguía entre las ramas: aplastó la piedrecita más redonda y compacta en la “badana” con sus dedos de la mano derecha; con su mano izquierda estiró las negras tiras (…¡hacía más de 60 años que no mataba un solo pajarillo!): ¡¡Pramm!!, le disparó con la huaraca…:

¡A metro y medio, los vidrios templados y ligeramente opacos de la gran mampara volaron en mil pedazos!

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