“Chota mía, lo que te da carácter
son tus hombres eficaces como tiro de fusil
y tus mujeres ágiles con ternura de torcaz”..

Anaximandro Vega M

3/22/2011

El breve narrar


LITO
Solary Núñez Gamonal (*)

¡Tomi ha recuperado de su enfermedad! Y ahora bailan con Tali en el cumpleaños de Takita; Lito me trae libros en el hocico cuando le pido; Lita se muestra feliz con las flores y las rosas nuevas que han aparecido en primavera; Mita extraña a la luna nueva, mientras tanto ladra a la luz de la sombra de Lito. Siguen jugando con las mariposas y con los gorriones que descienden  recoger semillas del suelo, repentinamente. Tienen el pelo de algodón y el alma cristalina de un clavel. Tali ha aprendido a nadar con los patitos. En días soleados vamos a la piscina.
Dos lagrimas rodaron por mis mejillas, cuando vi que atropellaron a Lito. Estaba en la pista. Se sentaba allí, porque esperaba a Laica que sólo existía en su imaginación. Era bien listo. Salía de casa siempre a las 9:00, justo al sonido del reloj. Yo estaba mirando desde el balcón su sombra, hasta que un taxi apareció a toda velocidad. Grité. Mis palabras fueron arrebatadas por el viento.
-¡Qué pasa Marielita! -preguntó Jhefer, mi hermano.
-¡Lo atropellaron! Está en el zaguán, muy pronto morirá.
-No, Mariela, él se sanará.
Apareció a la luz del sol la sombre de Lito. Mis ojos se turbaron, al ver tan extrañamente cómo pudo olvidar su sombra donde estaba sentado. Los quejidos que escuché en la planta baja, habían sido de él, que estaba en el zaguán de la casa. El perrito me miró fijamente, inclinando la cabeza al costado. Mamá estaba lavándolo y papá acariciándole la espalda lanuda; parecía más bien un borreguito, con las orejas largas de un elefante y el pelo despeinado le cubría la frente.
-Lito son las 9:00, ¿qué está pasando? -dije mirando a sus ojos claro oscuros. De repente alguien interrumpió, tocando la puerta:
-Esta perrita, no quiere moverse de la pista, debe ser de esta casa -dijo amablemente, un señor desconocido- los carros pasan por encima.
La soltamos en el zaguán de la casa. Ya, casi vencido por el sueño, se puso de pie como pudo, y a la vez que ladraba a un espejo. Emocionado abrazó a Laica, y lamía su cara y cuello. Allí los dejamos, hasta nosotros disfrutar del almuerzo. Tan pronto lo escuchamos aullar; Laica no había por ningún rincón; abrimos la puerta del zaguán y Lito salió corriendo. Resultó sentado en el lugar de siempre. Minutos después se disiparon las nubes y el calor del sol rebotaba en la pista. Pudimos apreciar, cómo Lito recogía su sombre. Eran las 9 de la mañana.
Tiempo después, el perrito tuvo cinco cachorritos con Laica, que son mis mascotitas.

(*) Es alumna del C. N. San Juan de Chota y cursa actualmente el tercer grado de secundaria.

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