“Chota mía, lo que te da carácter
son tus hombres eficaces como tiro de fusil
y tus mujeres ágiles con ternura de torcaz”..

Anaximandro Vega M

9/02/2007

El santo humor-bo de Rey, una burla al sufrimiento de los pobres.


PISCO 7.9 O UN DETESTEBLE HUMOR NEGRO




Carlos Campos Vásquez
El Ministro de la Producción Rafael Rey, no sólo tiene un camaleónico talento para adecuarse a las circunstancias políticas y conseguir prebendas, recordemos su apoyo a Fujimori, sus charlitas secretas con Montesinos y ahora como alfil de la administración aprista, sino también, una perversa imaginación.
Querer impulsar la producción de nuestro licor de bandera con el denominativo PISCO 7.9 (que es el grado de furia que alcanzó el terremoto del sur en sus tres minutos infernales), es tan cruel como el desprecio que siente por los pobres que dice defender. El objetivo de esta manufactura exclusiva sería nada menos que para enviarles a los donantes de la comunidad internacional y de este modo agradecerles por su apoyo. Imagínense tamaño esperpento.
En nuestro país es muy común ver a los políticos medrar de la desgracia de los más pobres. Es por ello que ahora los vemos en las primeras planas posando delante de las casas derruidas, con los niños desamparados y demás peruanos que fueron víctimas de esta tragedia. Vamos a ver cuanto dura tanto “desprendimiento”.
Pero la idea de nuestro oportunista y ultra católico ministro estremeció a los peruanos como el mismo terremoto, que tuvo de ser desestimada por la indignación nacional y espanto de los afectados. Imaginemos a los norteamericanos promocionando una hamburguesa Katrina o los japoneses exportando un sake Hiroshima u otro Nagasaki. Si la idea es utilizar este infortunio para ratificar el origen autóctono de nuestro aguardiente pisqueño, hay maneras decorosas no ofensivas de hacerlo.
Después de todo lo que han vivido los iqueños, por la memoria de los cientos de sus muertos y desaparecidos, la destrucción de sus pueblos, lo menos que podría hacer Rafael Rey es dejarse de entelequias que no hacen más que echar sal sobre las heridas abiertas de un pueblo duramente castigado. A este paso sólo faltaría que se proponga tener un vástago y ponerle como nombre Tomás de Torquemada, el infausto inquisidor de Castilla y Aragón.

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