ACUNTA

EL BREVE NARRAR

LA CORRIDA

Rosa Zoila Silva Latorre

´ Me tardé por esperar a alguien con mis hijos porque su madre se fue como todos saben.
Como mi espera resultó inútil, subí la cuesta a paso lento cuando ya eran las tres de la tarde. La fila desmesuradamente extensa, zigzagueaba en el camino adyacente hasta perderse de vista.

Era evidente que llegaríamos a la puerta del tendido siete, cuando saquen en hombros a Roca Rey, pues desde que Tacabamba tiene plaza taurina, ésta se llena a más no poder en la feria de setiembre.

Preocupados por llegar cuantos antes, se presenta un joven llevando de la mano a una mujer. Rogando a veces con buenos modos, otras veces a empujones y diciendo palabras indecentes, para que los dejen pasar adelante.

Déjelo pasar a mi mamita, le dijo al policía que guardaba el orden en la puerta. Es mayorcita y no puede caminar; si usted no la deja pasar, no podrá llegar a ver la marinera ni el rejoneo, que es su mayor deseo, arguyó el muchacho ante la negativa del guardia. Está bien, que pase, pero solamente ella, resolvió conmovida la autoridad. Es indispensable que yo vaya con ella porque es ciega, replicó el hijo.

CRÓNICAS DEL TÍLDER

DOÑA IDELFONSA PAÑALEJA
Blasco Núñez Carranza

Guardó su rueca en el guardavienton de su casa, se mudó de vestimenta y cogido su bayeta. Con su bordón de chonta hizo señales a su vecinas que tenga cuidado por su casa y partió a preguntar por su hijo Eliseo Pañalejo, que había sido encarcelado. No era la primera vez que tan malas noticias domingueras le apuraban la vejez. Eliseo, como rutinaba, aquel domingo salía ebrio junto a sus enemistades de la cantina de don Huevito Díaz. Llevaba en una mano el par de zapatos de su confección que no había terminado de vender y con la otra mano, cual improvisado orador piropeaba: “¿Cuál de estas muchachas quieren ir conmigo? ¡Yo les andara de zapatos!”… “¡Qué rico es la miel con ocas, que si la pruebas, te alocas”. Con este tipo de presencia ahuyentaba a las doncellas. Entonces las calles del pueblo se llenaban de canción: “Si te casaras conmigo/ pasaras la buena vida/ puñetes por tu cabeza/ patadas por tu barriga”. Adjunto escribillaba: “Con agua sucia te vo a mantener/ con agua sucia te vo a sostener”. Con la bebida le crecía la enemistad con quienes había sostenido alguna riña y deformaba sus palabras al advertirles, vociferando: “Tengo plata para echarles por…” “Tengo plata para ir a la fieshta de Shanta Rosha, a comer uy y ashentá con chevesha, ¡adefeshios!”. Sintiéndose poderoso andaba comprando doctores, jueces, negociantes y sobre todo camioneros, porque éstos le habían agraviado al no embarcarlo porque en tiempos de la ley vial había trabajado gratuitamente una semana acarrean do 200 piedras de quintal desde las canteras del río para el arreglo de la carretera. Y lo peor, que para que cumpla la tarea lo reclutaron cuando iba a comprar remedio para su mamá y le embargaron en la comisaría su único poncho cordellata, herencia de su padrino. Por eso frente a esa comisaría pregonaba: “Compro coroneles a dos reales, capitanes a real y medio, jefes a real y cualquier guardita por un centavo mocho”. A tanta insistencia de la compra lo detuvieron para calabocearlo y tal vez escarmentarlo. Por eso doña Idelfonsa vendría desde Rangraluna a preguntar por su hijo y saber las causas de su detención. “Señorcitos guarditas, díganme pue por qué lo han enchirolao a mi hijito, el uniquito que pregunta por esa vieja”. “Lo hemos detenido, viejita, por malcriao….” “Jesús, Ave María, qué pue les habrá arrequintau”. “Mire, anda insultando que no valemos nada y que tiene plata para que nos compre a todos los policías”. “Ah, no ha sío tan de malo taytitos, lo que pasa, óiganme bien, que mi hijito cada vez que le caye platita a la mano anda comprendo cojudeces…”