PAPEL
El empleado avanzó raudo cortando el paso al abogado a quien acababa de facilitarle unas copias claves de un expediente. Con ánimo resuelto le requirió:
– Mi doctor, no ha dejado el papel.
– Cómo que no he dejado el papel -replicó el letrado- si te estoy entregando un ciento.
– No mi doctor, falta el papel moneda.
EL ARMARIO
Luzmán Salas Salas
Nos gustaba la casa porque además de espaciosa y antigua, (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Una de las esquinas de la casa carecía de iluminación. Cerrando el ángulo había un rústico armario de caoba que acentuaba la penumbra. Caridad, la hermana mayor, cuidaba con esmero nuestra orfandad de niños y las pocas cosas heredadas. Era dulce y abnegada, sustituta de mamá, más que afecto fraternal nos brindaba cariño maternal. Nunca supimos que había vivido algún romance. Jamás la vimos inquieta de amores.
-¡Cuantas veces le he dicho que no deben acercarse a ese armario! -nos advirtió con energía.
-¿Por qué? le pregunté atrevidamente
-Porque así lo ordenó mamá antes de morir.
Aceptamos la razón, pero nos invadió la curiosidad: ¿qué había dentro de ese pequeño recinto de madera?, ¿joyas?, ¿vestido de novia?, ¿santos?, ¿armas?, ¿dinero?, ¿cartas?, ¿un cadáver?
La tarde se iba y antes de cerrar el día de vimos a un hombre que presurosamente salía por detrás del armario.
-Mañana nos veremos, Caridad dijo y se escurrió furtivamente.
Entonces comprendimos que el amor también se esconde en los armarios.
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