PROFUNDICEMOS LOS CAMBIOS
Oscar Sánchez Ruíz
El triunfo de Ollanta Humala ha permitido cerrar el paso al retorno del fujimontesinismo y poner freno al continuismo inhumano y saqueador de Toledo-Kuczynski. Sin embargo, quienes ahora conforman el Gabinete Salomón Lerner, en su mayoría, han sido operadores de la política económica implementada por Alan García y Alejandro Toledo. Además, en su mensaje a la nación, el Presidente Humala, no ha formulado propuesta alguna de cambio al modelo económico primario exportador, hecho que evidencia continuismo. En consecuencia, la composición del gabinete y la persistencia de tal modelo, ponen en duda la posibilidad que realmente se produzca cambios sustanciales. Ante evidente riesgo, el pueblo debe asumir mayor protagonismo a fin de que los cambios esperados se concreticen.
Señal de cambio también constituye la aplicación del programa de crecimiento económico con inclusión social, que tiene como propósito redistribuir los beneficios a favor de los sectores sociales de mayor exclusión. A los programas sociales existentes, se suman Cuna Más, Pensión 65, entre otros. Sin embargo, el gobierno aún no ha formulado programa alguno que involucre a la población económicamente activa en procesos productivos y en el desarrollo de capacidades mediante la industrialización, que promueva el mercado interno y mejore los niveles de competitividad tecnológica y productiva. Los programas sociales alivian las secuelas de la pobreza pero no garantizan el desarrollo progresivo y el bienestar de las mayorías. El Perú, básicamente requiere de programas de desarrollo económico sostenible e inclusivo en el largo plazo.
También, resulta significativo el hecho que el Presidente Humala, haya revalorado y tomado como paradigmas de nuestra identidad política nacional a pesadores como Víctor Andrés Belaunde, Haya de La Torre, José C. Mariátegui y Jorge Basadre. De esta manera, responde con cierto a la prédica neoliberal y replantea la necesidad histórica de forjar la institucionalidad política “sin calco ni copia”. Alberto Fujimori, satanizó a los partidos políticos y reprimió ferozmente la lucha democrática. Por su parte Toledo y García, instrumentos del pragmatismo neoliberal, se rodearon de una cúpula empresarial apátrida y de financistas hambrientos de pingües ganancias, debilitaron al Estado e instituciones convirtiéndolo en órganos corruptos e inermes para representar los intereses de la patria. Los nuevos aires políticos muestra la imperiosa necesidad de promover el rol activo de partidos y frentes de definida posición progresista y de izquierda que contribuyan a construir nación con justicia social.
La revolución educativa ha sido otro de los anuncios que ha despertado el entusiasmo. Las acciones concretas, aun no formuladas, también deberían implicar cambios sustantivos. La educación pública, nuestros gobernantes siempre la han considerado un servicio social y no el instrumento clave del desarrollo implicado en el proceso productivo, tecnológico, político, etc. Es por ello, que tal revolución educativa no se producirá si ésta no forma parte del cambio del modelo económico, de la puesta en marcha de la industrialización nacional, el avance científico y tecnológico, de la integración pluriculturalidad y la práctica de valores humanos.
El actual gobierno tiene la responsabilidad histórica de alentar los cambios junto a la participación protagónica del pueblo. Si el pueblo ha sido capaz de derrotar los proyectos políticos corruptos, entreguistas y lobistas, también será capaz de decidir su propio destino. El reto está planteado. La palabra del profesor se esfuma, se deshace sin dejar huella sangrienta; la palabra del maestro desgarra tu entraña y se incorpora a tu ser para trascender, como un mandato, en cada uno de tus días.
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