“Chota mía, lo que te da carácter
son tus hombres eficaces como tiro de fusil
y tus mujeres ágiles con ternura de torcaz”..

Anaximandro Vega M

11/08/2011

El breve narrar

JUSTICIA DE ARROBA
Lúcido Boy Palacios (*)

Unos moretones aparecieron en la espalda y las nalgas de Segundo. Dos ronderas le pegaban con unas binzas.

- Denla dia kilu y si nuace caso ajústenle de arroba.

Casi borradas por el anochecer, Segundo veía las caras de los campesinos que lo rodeaban. Los murmullos de la muchedumbre aumentaban su miedo. El vacio en el estomago y el escalofrió por la espalda absorbían el dolor de los golpes. La luz intermitente de las luciérnagas interrumpían el castigo.
Esa tarde un grupo de ronderos ingreso a la casa de los padres de Segundo y lo sacaron a empujones.

-Por qué me llevan. Les juro que no he hecho nada.

-Camina un ma. Tias achorau in la custa.

Lo encerraron tres horas en la casa comunal. Ya oscureciendo el Presidente de la Ronda Campesina le informo que Julia le había puesto una denuncia para el reconocimiento de su hijo. Segundo contesto que nunca había tenido nada con ella. Ni un choque y fuga. Además, una de las primeras cosas que aprendió en la capital fue el uso de condones.

Ahora las ronderas le seguían golpeando. Segundo se armo de valor para decir:

-Pero si no es mi hijo. Como quieren que lo reconozca.

-Atay este mentirosu. Todus temos vistu con la Julia puel bosque.

-Si nu quiere firmar al caisha lu haremus caminar pata calata sobre espinas o mijor lu metemos al pozo de agua fría.

Imponiéndose a la bulla el Juez de Paz dijo:

-Escúcheme. Sería bueno que pongan al denunciado a disposición de la autoridad correspondiente, en este caso el Juez de Familia de la Provincia.

Creo que es un caso que no es de nuestra competencia. Sé que hoy en día hay pruebas científicas para reconocer la paternidad.

-Cállate lambido. Todus sabimos qui la Julia nunca ateniu marido. Las autoridades hacen justicia al que lis da plata.

-Yo solo les advierto. No vaya ser que después les resulten denunciando.

- Qui nus lleven a todus pue.

El Teniente Gobernador, poniéndose entre las mujeres y Segundo dijo:

-Apoyu al señor Juez. El tiene razón. La ronda es pacífica y no debe emplear violencia.

La muchedumbre levanto los palos. Variad voces dijeron:

-Vendido siguro tian calentau la mano.

- Quiable la Julia.

- Sí, quiable.

Una muchacha trigueña, de unos veinte años, se acerco a Segundo y señalándolo exclamó llorando:

-Este maldiciau mia violau y mia empreñau.

Las ronderas reanudaron los binzasos. Una herida se abrió en el codo de Segundo.

La Vice presidenta de la ronda, que hasta ese momento había permanecido callada, calmo a la multitud y dijo:

-Ya nu li peguen. La ronda dibi rispitar su Estatuto y lus derechus humanus.

Las ronderas dejaron las binzas pero continuaron diciendo:

-Nu solu los delincuentes tienen derechus. Nosotros tamién.

-Que firmel acta si quiere irse.

-¡Si, si, que firme, que firme! ¡Y qui li pase su pensión al angelito!

Segundo, dominando el temblor de sus manos sudorosas, firmó el acta donde habían escrito que, voluntariamente, reconocía ser el padre del hijo de Julia Alvarado, que se comprometía apagar la pensión de alimentos y que en ese acto cancelaba del primer mes.

Los ronderos se retiraron gritando:

¡Que viva la ronda campesina! ¡Abajo los ladrones grandes y los ladrones chicos!

Seis meses después Segundo regreso al caserío. Se encontró con el Presidente de la Ronda.
-¡Ques de la salu don Shegu! ¿Cómosta el retoño?

-Nada. Seguí un juicio y nos hicieron la prueba del ADN. Salió negativo. No era mi hijo.

El presidente miró la cicatriz en el codo de Segundo.
(*) Ensayista y narrador cajabambino.

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