LLUVIA Y HORIZONTE
César Gilberto Saldaña Fernéndez
Noche de lluvia intensa. Sol madrugador. Chota, como una mujer recién salida de un fresco baño, seca la cabellera de sus techos de teja a la tibia luz del sol de invierno. Una fila de shingos –gallinazos para los costeños– con sus alas abiertas al estilo de las águilas de los escudos, orea sus entumidas alas en la cima de los tejados de la plaza. Es la hora del pan. Lo delata el arrobador olor que llega hasta la plaza desde el horno de Cabanillas. Me he apostado en una de las banquillas de la plaza, aún húmedas por el aguacero nocturno; y pensando en la persistente lluvia chotana, y vislumbrando el amplísimo horizonte de sus cerros, azules por la lejanía, me doy cuenta de dónde le viene al chotano la tenacidad de su carácter y la amplitud de su personalidad.
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