MIÉRCOLES CENIZA
Rosa Zoila Silva Latorre
Como la paja que después de quemada vuelve a crecer, el buen hombre no se rindió. Recuperado recién, de la pena de haber perdido a toda su familia en el terremoto de La Unión (La Púcara 1999). A fuerza de trabajo se convirtió en un próspero comerciante. Pero el destino lo sorprendió de nuevo con una gravísima enfermedad que otra vez lo dejó en la mismísima ruina y con muchas deudas que pagar.
Echó mano a su coraje de hombre andino y manoteando entre las brumas de su ruina llegó a la capital para informar se cuan conocida era su desastrosa situación económica para negociar con nuevos clientes.
En la catedral los fieles se apretujaban para recibir la imposición de la ceniza de manos de su excelencia el Cardenal. En voz baja, como para no provocar desorden, habló el comerciante: he sido nombrado albacea del extinto don Gaspar Bueno, y estoy buscando a su único heredero, que, según él, debía estar en esta ciudad; me urge encontrarlo porque los bienes son numerosos y corren el riesgo de ser confiscados.
Un hombre que desde lejos oyó tal confesión dejó su lugar en la fila y se acercó en busca de mayor explicación, después de escuchar con atención la réplica del tema exclamó !ese soy yo!, mi madre me habló mucho del hermano que tenía por allá. Entonces deberá acompañarme hasta la sierra, dijo el comerciante extendiéndole la mano cortesmente. Partiremos en tres días.
Con la avenencia de ambos quedó pactado el próximo encuentro en la estación de viajes Atahualpa.
El desconocido que ya había hecho buena fortuna con otra herencia similar, hurgó discretamente nombres de lugares y de personas, e inventándose uno para él partió esa misma tarde después de la ceniza. Cerca del desastre, donde los estragos todavía estaban a la vista no le fue difícil hallar al juez, quien después de escuchar al forastero y vislumbrando la gloriosa posibilidad de acabar con las involuntarias deudas de su buen amigo y honorable ciudadano, llamó a todos los acreedores de éste y sentenció: he aquí, al
señor don Casimiro Bonifás, quien viene a responder por el comerciante don Gaspar Bueno al que todos en esta ciudad conocemos; por lo tanto ordenó que él pague todas las deudas de éste o irá a la cárcel.
Que me paguen querrá decir usted señor juez, dijo Casimiro. Pero todos los presentes se le vinieron encima y le cerraron la salida.
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