“SUEÑOS DE UNA QUINCEAÑERA”,
DORADA GAVILLA SANJUANISTA DE CUENTOS
José López Coronado
Habiendo leído los originales de “Sueños de una quinceañera” de Lilia Vitaluz Mejía Vásquez (Chota, 1995) descubro quince coincidencias y referencias felices respecto a su autora y el contexto de su publicación, su propio contenido y las estrategias creativas empleadas, las cuales quisiera dejarlas anotadas como Prólogo de esta dorada gavilla sanjuanista de cuentos.
La primera: Lilia Vitaluz es heredera del poeta Vitelio Mejía Vargas, herencia que no sólo es genética sino también socio cultural y, evidentemente, literaria, poética.
La segunda: La autora ha escrito estos cuentos antes de haber cumplido sus quince primaveras (o recientemente cumplidas, como es el caso del cuento final, “Sueños de una quinceañera”).
Tercera: Ambos, padre e hija, publican lo suyo con esfuerzo editorial propio.
Cuarta: La joven narradora es alumna del glorioso Colegio Nacional San Juan de Chota que el 15 de mayo de 2011, cumple 150 años de creación, colegio en el que, actualmente, Lilia Vitaluz cursa el cuarto grado de secundaria.
Quinta: Esta primera publicación es entonces un homenaje a su querido colegio y a su feliz edad rosa y, por ende, la celebración alcanza tam bién a sus amigos, maestros y condiscípulos.
Sexta: El conjunto de cuentos que conforman este libro son justamente 15 historias juveniles, temática poco tratada en la literatura chotana y regional, mérito que suma en su propuesta narrativa.
Sétima: La temática y muchos de los personajes son del entorno familiar o amical chotanos, y, por supuesto, también vividos en claustros y paisajes sanjuanistas, los cuales determinan su propia identidad.
Octava: Algunos de estos cuentos han sido premiados en concursos literarios escolares de ámbito local y regional.
Novena: Los sueños de Lilia Vitaluz en el campo literario, por tanto, se están haciendo realidad al publicar sus creaciones en el momento oportuno, por ello la narradora confiesa en el párrafo final de este libro: “La celebración de mis quince años es el punto de partida para cristalizar mis sueños”.
Décima: En el proceso literario de Chota Lilia Vitaluz Mejía Vásquez es la primera autora juvenil que publica libro a la edad de quince años y con la factura que el buen lector constatará leyéndolo. (Sé que existen muchas niñas o jovencitas que como Ana Frank escriben sus diarios personales, pero Lilia Vitaluz ha tenido la valentía de publicar primero).
Décima primera: El mérito es también de su Alma Máter, el Colegio Nacional San Juan de Chota, que es la institución educativa donde se forja, aunque la mejor escuela de un escritor o escritora está en la cantidad y calidad de las páginas que haya alcanzado leer.
Décima segunda: El nivel técnico observado en cada uno de los cuentos no desafina con el argumento, obteniendo aciertos aún a fuerza de intuición y constancia que dinamizan la historia que se propuso narrar.
Décima tercera: Los escenarios son del campo y de la ciudad por donde transita la narradora y sus personajes, jamás inventados sino personajes reales obtenidos de su experiencia vivencial.
Décima cuarta: El manejo del lenguaje en todos los cuentos de “Sueños de una quinceañera” es coloquial, tal la circunstancia narrada o el habla de sus personajes, habla que además, recoge modos expresivos que, además, recoge modos expresivos que se escuchan con salero en nuestras campiñas y se repiten con donaire aún en la ciudad.
Décima quinta: Un cuento por cada año de la edad de la autora, que todavía son quince, o un cuento por cada diez años de su colegio que son ciento cincuenta es, al fin y al cabo, lo que configura “Sueños de una quinceañera”, cuya publicación felicito e invito a su deleite, porque toda lectura más que un hábito, es un inmenso e inmejorable deleite.
Finalmente, abrigo la esperanza que el deseo de ser profesional de Lilia Vitaluz no asfixie el sueño de ser escritora, sueño primigenio patentizado ahora que publica. En nuestro país hay que tener una profesión que permita al autor sobrevivir junto a los suyos para poder escribir. Pero si se quiere ser un verdadero escritor o escritora hay que saber sobrellevar la otra carrera para no dejarse vencer por el sanchismo que exige más satisfacciones materiales que espirituales.
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