EL DUENDE
Lorenzo Martos Becerra(*)
Por Dios, patroncito soy cristiano que me confieso y que he de morir, dijo Rumichi a don Gonsha, y agregó:
- Allá en la quebrada de la “Caparina”, en su chacra de don Ashuco, donde en las lunas verdes toca su flauta un “cajero” y donde hay una caída de agua que forma una poza, que tiene una piedra “shuita” al medio, allá, por Dios, Patroncito, cuando iba entre claro y oscuro de la madrugada del viernes, a dar de comer a mi yunta para arar en el “shiquil de papas, vi un duende calato con su hijo a su lado y también calato, creo que era hembra.
- Calla -le dijo don Gonsha..., eso de los duendes y los espíritus malos es una pura imaginación de los tontos. No hoy más duende que el miedo, ni más calato que una visión.
- ¿Miedo patrón? -Eso nunca, yo soy un mozo que camino “tarde la noche”, sin más arma que mi “armada” de coca y cuando ésta me “arma” no hay diablos que me ataje.
- Eso puede ser cierto; pero lo del duende cuéntale a los zonzos.
- Acuérdese, patroncito -repuso Rumiche, uno de estos días la “calata” le va a zambullir en la poza, pues, dicen que a ella le gusta los “buenmozos” y usted es muy “parecido”. Ella es una gringa con cabellos rubios que parecen candela y su hijo es lo mismo. No le vi la cara, pero me supongo que debe ser bonita, porque su cuerpo, y qué cuerpo, era blanco.
- Y ¿qué le dijiste? -le preguntó don Gonsha.
- Yo, patrón ¿qué le voy a. decir? Me enmudecí, mi cuerpo se hizo carne de gallina, mis pelos se pararon como de berraco pendenciero y llegué trenzándome hasta el lado de mis bueyes, Por Dios, patrón, el duende existe.
(*)Narrador sanmiguelino.
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